El trabajo del boleador no sólo es limpiar los calzados, también es hacer que duren. Los trabajadores de este oficio que se popularizó durante el siglo 20 actualmente padecen situaciones adversas

En el primer cuadro del Centro de Guadalajara en torno a la Cruz de Plazas se instalan diariamente hombres dedicados al tradicional oficio de lustrar zapatos. Juan Antonio Sánchez Montalvo lo hace en Plaza Guadalajara desde hace 21 años; él como el resto de sus compañeros se enfrenta a situaciones que han perjudicado al oficio que hasta hace dos décadas estuvo sujeto a una gran demanda por parte de los ciudadanos que buscaban darle grasa a sus zapatos.

El cambio de sede de los juzgados que antes se encontraban en el Andador Morelos a unas cuadras de la Catedral, impactó en el número de servicios de limpieza que a diario estos hombres realizaban, ya que abogados y jueces son el nicho que primordialmente busca mantener su calzado lustroso.
Juan Antonio Sánchez declara que la proliferación del zapato tenis en los que a diario transitan por la plaza, sobre él que se ubica, también afecta al negocio de los boleros.

«Antes la gente hacía fila para bolear sus zapatos. Ahora los que nos dedicamos a esto, además de saber lustrar, tenemos que saber poner tapas y suelas, coser, y otras cosas de zapatería para ganar un dinero extra y atraer a un mayor número de clientela».

Menciona Sánchez, quien recuerda que hace diez años el costo por el servicio era de siete pesos a diferencia de los 25 que se cobran en la actualidad, lo que se traduce en un incremento del 72 por ciento.

En promedio entre diez y quince personas son las que los boleadores de Plaza Guadalajara atienden diariamente | Fotografía por Iván Serrano.
En promedio entre diez y quince personas son las que los boleadores de Plaza Guadalajara atienden diariamente | Fotografía por Iván Serrano.

Tanto José Antonio Sánchez como sus compañeros ubicados del lado sur de Plaza Guadalajara atienden en promedio de 10 a 15 personas, que al final del día significa una ganancia que va de los 80 a los 100 pesos, que contrasta con los 600 que antes solían percibir.

Entre los gastos que un boleador de zapatos realiza está la compra de solventes, grasa, trapos y cepillos que mensualmente van de los 100 a los 300.

Otra situación que afecta su negocio es el restaurante al aire libre ubicado frente a ellos, casi a un costado de Av. 16 de Septiembre del cual argumentan, les resta visibilidad; sin embargo, buscan llamar la atención de los peatones que usan zapatos que se puedan bolear a través de invitaciones a efectuarles el servicio.

La unidad del gremio les ha permitido llegar a acuerdos como la búsqueda de apoyos por parte de la autoridad municipal para un mejor acondicionamiento de sus sillas y lonas, que le den uniformidad y presencia al oficio que para los tapatíos es tradicional. De igual forma buscan la adquisición de uniformes como ya ocurre en otras localidades del país como es el caso de León, Guanajuato.

Antonio también comenta que sigan existiendo las capacitaciones como guías turísticos del Centro Histórico que en algún momento la Secretaría de Turismo les brindó con el fin de dar mejor información a los turistas que son otros que buscan recurrir a sus servicios.


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